¿Qué es la personalidad?
Esta es una de las grandes preguntas que se plantea la psicología desde que comenzaron los primeros estudios a finales del siglo XIX. Después de todo este tiempo, el acuerdo general en la investigación es que, la personalidad es el resultado de multitud de elementos que interactúan entre sí: nuestros genes, el conjunto de experiencias que hemos vivido a lo largo de nuestra vida, las relaciones que establecemos con nuestra familia, amigos y otras personas…
¿Qué define nuestra forma de ser?
Por no remontarnos excesivamente atrás en el tiempo (la personalidad ya se estudiaba en la antigua Grecia), nos situaremos en el momento en que, la psicología comenzó sus estudios desde la perspectiva del método científico en el siglo XIX. En este momento, predominaban los modelos médicos y biológicos, y se creía que la personalidad era innata; por tanto, los rasgos que definían a una persona, se debían a su herencia genética. Entre los años 40 y 60, se llegó a la conclusión de que los factores biológicos no bastaban para explicar la personalidad de un ser humano, y la perspectiva viró al polo opuesto, postulando que la personalidad se adquiere por la influencia del entorno (familia, amigos, vivencias personales, etc.).
Por último, de estas dos perspectivas extremas nació una postura intermedia de mano del psicólogo Walter Mischel, en 1975, que se denominó Interaccionismo.
El interaccionismo es la perspectiva mayoritariamente aceptada hoy en día, y lo que propone es que, nuestra personalidad tiene dos componentes: el temperamento y el carácter. El temperamento es la parte genética de nuestra personalidad, lo que traemos de base; el carácter, hace referencia al aprendizaje que hacemos a base de interactuar con nuestro entorno, y sobre todo, a base de interactuar con otras personas. Siguiendo un ejemplo arquitectónico, nuestro temperamento serían los cimientos de una construcción que, una vez fijados, no se mueven; el carácter sería la forma en la que se distribuye el interior, que puede variar a lo largo del tiempo. Lo normal es que, nuestra personalidad sea maleable hasta el final de la adolescencia; a partir de ahí, lo normal es que vaya modificándose cada vez menos.
La personalidad es el resultado de la suma de dos componentes: uno es innato (temperamento), el otro es aprendido (carácter). Esto hace que cada persona, incluso los gemelos, sea única.
¿Se puede medir la personalidad?
Otro de los grandes retos para la psicología, ha sido la clasificación de los tipos de personalidad. Hay varios modelos y teorías al respecto; sin embargo, en este artículo nos vamos a centrar en uno de los modelos más relevantes: el Modelo de los 5 Grandes (Big Five).
El Modelo de los 5 Grandes se ha desarrollado a lo largo de muchos años y varios psicólogos e investigadores han influido en su desarrollo. Éste defiende que, la gran mayoría de las personalidades se pueden clasificar en función de 5 rasgos: Apertura a la experiencia, Amabilidad, Conciencia, Extraversión y Neuroticismo.
- Apertura a la experiencia: esta característica define a aquellos/as con una imaginación viva; son creativos y tienen una alta sensibilidad para el arte y la belleza. Prefieren aquellas ideas o experiencias novedosas, a aquellas más tradicionales.
- Responsabilidad: este factor hace referencia a la responsabilidad, a la planificación y organización de tareas, y al control de los impulsos. Estas personas tienden a relacionarse con el éxito profesional.
- Extraversión/Introversión: hace referencia, en términos generales, a la sociabilidad de una persona. Las personas extrovertidas disfrutan del contacto social y se les percibe como llenos de entusiasmo y energía. Por el contrario, las personas introvertidas, que en ocasiones son erróneamente asociadas a personas asociales, son más reservadas, tranquilas e independientes.
- Amabilidad: representa a aquellas personas que son confiadas con otras personas, humildes, o que actúan de forma altruista. En las puntuaciones bajas en este rasgo, encontraríamos una faceta egoísta y competitiva, con tendencia a generar relaciones de hostilidad.
- Neuroticismo: esta faceta hace referencia a la estabilidad emocional. Las personas con alta puntuación en esta dimensión son más propensas a sentimientos de ansiedad o tristeza y a sobredimensionar lo negativo, lo que hace que una situación estresante tenga mucho más impacto en ellas que en las demás personas. Por el contrario, las personas con baja puntuación en esta dimensión son relajadas, no emocionales, seguras, resilientes y/o con alta autoestima.
Algo importante a destacar, una vez explicados los cinco grandes rasgos, es que el único rasgo que se considera negativo es el Neuroticismo (y, de hecho, se relaciona directamente con algunos trastornos). Los demás rasgos son considerados neutros y, tanto un polo como el otro, pueden ser perjudiciales para uno mismo o para las personas de su alrededor.
¿Cómo podemos cambiar nuestra personalidad?
Muchas veces, el sufrimiento viene precisamente por intentar responder a esta pregunta. Si no me gusta como soy, ¿qué puedo hacer para cambiar mi forma de ser?
Hay algunas características de nuestra personalidad que no pueden cambiarse; tratar de modificar nuestra forma de ser y rechazar determinadas partes de nosotros, probablemente nos generará, a la larga, más sufrimiento y malestar, que beneficio.
Sin embargo, algo que sí que está en nuestra mano, es aprender a regular la forma en la que influye nuestra personalidad en nuestro día a día, y desarrollar herramientas para anticiparnos a las consecuencias desagradables que puedan acarrear.
En esto, la terapia psicológica sí que será, sin duda, de gran utilidad.