La desesperanza aprendida es uno de los conceptos en psicología que más relevancia está adquiriendo en la actualidad. A continuación, te explicamos qué es, cómo se desarrolla, qué implicaciones tiene y cómo podemos combatirla.
¿Qué es?
Tal y como su propio nombre indica, se trata de un proceso de aprendizaje. Es importante distinguirlo de una variable de nuestra personalidad o de una condición innata, puesto que es nuestra propia experiencia y las herramientas de las que dispongamos para afrontarla, lo que va a determinar que desarrollemos este estado psicológico.
También conviene establecer la diferencia entre decepción, desesperación y desesperanza:
La decepción es la percepción de una expectativa que se ve truncada, defraudada.
La desesperación es la pérdida de la esperanza, la ilusión y, por ende, la aparición de sensaciones desagradables, como angustia o ansiedad ante un futuro incierto.
La desesperanza es la percepción de la imposibilidad de conseguir cualquier cosa, la idea de que nunca habrá nada que hacer, lo cual obliga a resignarse y a abandonar cualquier ambición. Justamente, ese sentido absolutista hace que se implante como un estado psicológico perjudicial. (Tovar y Montaño, 2012)
¿Cómo se desarrolla?
Uno de los mecanismos que nos ayudan a aprender es la asociación de estímulos y respuestas. Si nos enfrentamos a un estímulo desagradable, nuestra respuesta natural será buscar aquello que nos permita poner fin al malestar.
Por ejemplo, si encuentras un cable y al tocarlo te produce una descarga, procurarás separar tu mano para terminar con el dolor. Si después de varios intentos te das cuenta de que cada vez que toques el cable te producirá dolor, te lo pensarás dos veces la próxima vez que te encuentres en una situación similar.
¿Conocéis el cuento del Elefante encadenado de Jorge Bucay? Os dejamos por aquí un enlace donde poder escucharlo:
Explica cómo, un elefante adulto que es capaz de levantar grandes masas pesadas o arrancar un árbol, aprende a vivir atado a una estaca de una pata y nunca llega a pensar que es capaz de soltarse, por el mero hecho de haber aprendido, cuando era pequeño, que no podría soltarse de aquella cadena.
Estos dos ejemplos nos ayudan a comprender hasta qué punto nuestros aprendizajes van a modular cómo pensamos, cómo sentimos y cómo actuamos.
En el primer caso, vemos cómo se genera un aprendizaje de fondo en el cual comprendemos que tenemos la capacidad de afrontar las dificultades que la vida nos pone delante. Si algo nos hace daño, podemos encontrar las herramientas para afrontarlo y acabar con el malestar.
En el segundo caso, podemos observar cómo del mismo modo, nos podemos sentir indefensos frente a un determinado acontecimiento, incluso dejando de intentarlo, teniendo o no las herramientas necesarias.
¿Qué implicaciones tiene?
En la vida real, nos encontraremos situaciones de los dos tipos, a veces tendremos las herramientas y los apoyos adecuados para afrontar nuestro malestar, y otras veces, no.
Dependiendo del conjunto de nuestras experiencias y de su resolución, iremos estableciendo un balance acerca de nuestra capacidad de afrontamiento ante situaciones difíciles.
De este modo, si hemos tenido muchas experiencias parecidas a las del pequeño elefante, es probable que desarrollemos una visión desesperanzadora de nuestra capacidad de afrontamiento, por lo que tenderemos a sentirnos indefensos frente a las dificultades, no haremos intentos por superarlo, pensaremos que no hay nada que podamos hacer y probablemente nos sintamos desmotivados, tristes, asustados y/o enfadados.
La desesperanza aprendida, supone una fuerte puerta de entrada hacia los procesos depresivos.
Es habitual vivir esta desesperanza cuando hemos tenido infancias marcadas por una educación excesivamente autoritaria, hemos sufrido agresiones (físicas o psicológicas), hemos estado rodeados de personas que también habían desarrollado desesperanza aprendida o hemos sufrido acontecimientos traumáticos como pérdidas o accidentes.
En ocasiones, también encontramos desesperanza aprendida en personas que han tenido que abandonar su lugar de origen sin quererlo y, las circunstancias socio – políticas, impiden regresar.
¿Qué podemos hacer para superarlo?
Al tratarse de un proceso de aprendizaje podemos analizar las herramientas que no nos son útiles o suficientes para afrontar determinada situación e incorporar nuevas estrategias y/o desaprender las que teníamos.
Pero, ¡ojo! No empecemos la casa por el tejado.
Estos aprendizajes pueden estar muy consolidados y arraigados en nuestro repertorio, y no ser fáciles de combatir. Por ello, veamos una serie de pasos básicos para conseguirlo:
- Toma conciencia de este fenómeno: Analiza tu historia de vida para comprender en qué momentos pudiste desarrollar este aprendizaje. Ten compasión y no te critiques por ello. En aquel momento no disponías de los recursos o los apoyos para afrontarlo.
- Establece tus metas finales: ¿Qué te gustaría que cambiara? ¿Qué te gustaría poder afrontar? Será mejor si lo escribes en una lista para poder tenerlo presente.
- Divide los objetivos en pequeños pasos, para que uno tras otro te vaya llevando poco a poco al objetivo final: Es probable que aún no dispongas de todas las herramientas necesarias para llegar al objetivo final. No te preocupes, es normal: Roma no se construyó en un día. Es muy importante que la dificultad aumente poco a poco. De este modo, el primer paso, aunque no lo hayas hecho nunca, debe ser afrontable (¡esto ayudará a aumentar tu motivación y a reducir el miedo a no conseguirlo!). Cuando consideres que has avanzado al siguiente escalón, y que lo anterior está bien afianzado, tómate un tiempo para agradecértelo y celebrarlo: Ya estás caminando hacia el objetivo final.
- Si ves que te atascas en alguno de los escalones, probablemente será porque el salto era demasiado grande: Analiza tu lista de pasos e intenta diseñar uno o varios escalones intermedios.
- Pide ayuda: Esto es probablemente una de las partes más importantes y difíciles. En estos procesos es natural sentir miedo, desmotivación o sentir que no se dispone de las herramientas adecuadas para afrontar el problema. Buscar apoyos te puede ayudar a encontrar motivación para el cambio.
Debes tener en cuenta que el verdadero cambio frente a la desesperanza aprendida no lo va a provocar el hecho de llegar a tu objetivo final, sino verte a ti mismo/a, conseguir cada uno de los pasos.
No siempre dispondrás de las herramientas de afrontamiento desde el principio, pero tienes la capacidad de adquirirlas paso a paso. De este modo, vivirás como retos, situaciones que antes podían ser una fuente de dolor. Verte capaz de hacer cosas nuevas para las que antes pensabas no estar preparado/a, hará que puedas disfrutar de las experiencias que la vida pueda depararte.
Si antes, durante o después de este proceso consideras que necesitas ayuda, estaremos encantados/as de ayudarte a conseguir tus nuevas metas.
Tovar, J. G., & Montaño, A. H. (2012). La desesperanza aprendida y sus predictores en jóvenes: análisis desde el modelo de Beck. Enseñanza e investigación en psicología, 17(2), 313-327.