Las nuevas tecnologías han venido para quedarse, por ello es importante reflexionar sobre cómo integrar su uso en nuestras vidas de una forma adecuada. Con razón el uso abusivo de estas herramientas cada vez preocupa a más padres, profesores y profesionales de la salud. Por ello, en este artículo, mencionamos los aspectos más peligrosos de la tecnología en relación a la infancia.
Son indiscutibles las numerosas ventajas que nos proporcionan las nuevas tecnologías, sin embargo, es importante reconocer que también son una fuente de ocio con gran potencial adictivo que ya afecta a muchos adultos. No es difícil imaginarse lo que esto puede afectar a un niño, el cual no tiene capacidad de auto-dominio, porque no le corresponde tenerla todavía.
Empecemos por lo más obvio: lo importante no son las nuevas tecnologías; más bien, lo es el uso que hacemos de ellas. Los niños aprenden las reglas de cómo funciona el mundo a través de sus figuras de apego, y su vida social es la familia; es esencial, que ésta les proporcione herramientas que les permitan autogobernarse cuando crezcan. Es comprensible que, si a un niño le das la posibilidad de conectarse a Tik-Tok, YouTube o al Fortnite sin límites, se va a pasar horas enganchado, porque es más cómodo y supone un bombardeo constante de estímulos agradables.
Entendiendo que hay que poner límites en el ocio tecnológico: ¿cuales son los adecuados? ¿qué consecuencias hay en no hacerlo?
1.En niños de cero a dos años:
En esta etapa, los niños dependen de la interacción con personas, animales cercanos y/u objetos para su desarrollo cognitivo, el cual es sensorio-motor. Juegan y asocian sensaciones a través de la experiencia, al principio, de forma involuntaria. En esta etapa, los niños necesitan las miradas de sus cuidadores, familiarizarse con los gestos faciales, manipular objetos y relacionarse con su entorno en función de sus necesidades básicas. No necesitan tecnología; de hecho, las asociaciones pediátricas de países como Canadá y Japón, recomiendan que en este rango de edad, el contacto con las pantallas sea nulo.
Utilizar pantallas en estas edades puede desembocar en niños más pasivos, acostumbrados a una estimulación cerebral excesiva y, con menos tolerancia al esfuerzo mental.
No hay estudios que avalen que la estimulación temprana optimice el desarrollo cognitivo de los niños; en cambio, sí los hay alertando de sus consecuencias negativas.
2.En niños de dos a siete años:
En este período, los niños comienzan poco a poco a ganar la capacidad de ponerse en el lugar de los demás. También, comienzan a ganar conocimiento de carácter simbólico de la realidad a través del juego. El juego tradicional siempre ha sido un elemento básico en el desarrollo cognitivo de los niños.
El aprendizaje de habilidades sociales, requiere de un entrenamiento constante. Cuando un niño invierte demasiado tiempo en su burbuja virtual, pierde innumerables oportunidades para ponerlo en práctica. Explorar el entorno a través de los sentidos es básico, y está muy relacionado con el desarrollo de vínculos de apego seguro. Caerse, equivocarse, sentir miedo para que pueda ser regulado…son experiencias que deben ser experimentadas de forma repetida para que el niño vaya adquiriendo confianza en sus propias capacidades.
A través del juego tradicional reciben la estimulación psicomotriz que necesitan,y privarlos de esto, puede desembocar en sedentarismo y obesidad. Por otro lado, que tengan que inventarse sus propios juegos, estimula la creatividad, tan importante a estas edades.En estas edades empiezan a desarrollarse las funciones ejecutivas del cerebro, necesarias para planificar, organizar, guiar, revisar y evaluar el propio comportamiento (funciones imprescindibles para la adaptación)
Cualidades como la paciencia, el esfuerzo, el autocontrol, la curiosidad y la sensibilidad, entre otras, han de ser cultivadas, con el objetivo de estar preparado para la entrada al mundo tecnológico y hacer un buen uso de él; en palabras de Catherine L’ecuyer: “El mejor entrenamiento para el mundo online, es el mundo offline, el mundo real”.
Dicho esto, lo ideal a estas edades sería utilizar las pantallas menos de una hora al día, y por supuesto, con contenidos acorde a su edad. El uso de estos dispositivos ha de ser guiado y en compañía de un adulto. En aquellos casos en los que los límites ya se hayan sobrepasado y se quieran corregir, se podrán revertir progresivamente, con paciencia y ofreciendo alternativas valiosas que casen con sus intereses y motivaciones.
3.En niños de siete a doce años:
En este rango de edad empiezan a desarrollar el razonamiento lógico, y la relación entre iguales, cada vez va adquiriendo más protagonismo. Tenemos que reconocer que en estas edades, el mundo virtual comienza a ser un punto de conexión entre compañeros y amigos, así que, privarles de ello puede suponer un riesgo de aislamiento. A pesar de ello, no olvidemos, que lo que verdaderamente les ayuda a adaptarse al mundo social es contar con adecuadas habilidades sociales, las cuales, solo se desarrollan poniéndolas en práctica de forma constante.
Lo más sensato en esta etapa, es lograr que cada niño utilice el móvil de una forma equilibrada. ¿Cómo sabemos que su uso no es perjudicial? Es recomendable analizar hasta qué punto su uso interfiere con su vida social en el mundo físico, con el rendimiento escolar y con la búsqueda de hobbies y aficiones que no dependan del teléfono móvil. Si estas áreas se ven mermadas por el uso de dispositivos, debemos ponerle solución.
A modo de conclusión, recalcar que, esto no es una crítica hacia las nuevas tecnologías como herramientas educativas; pero no perdamos de vista que las múltiples ventajas que nos proporciona la tecnología, favorecen en mayor medida a los adultos, y no debemos obviar los efectos perjudiciales que esta tiene en los niños. Por ello, recordemos que los niños precisan desarrollar una serie de habilidades en el mundo físico, para poder adentrarse en el mundo tecnológico de una forma responsable, y que, el potencial adictivo de estos dispositivos es perjudicial para todo el mundo, pero mucho más para los niños, porque ni tienen capacidad para autogobernarse, ni les corresponde tenerla.