El suicidio es el mayor problema de salud pública en Europa, con una tasa de prevalencia de 11.93 por 100.000 (en España, concretamente, la tasa es de 7,79). A nivel mundial, cada año se suicidan casi un millón de personas según la OMS. Por cada persona adulta que decide quitarse la vida, posiblemente más de otras 20 lo han intentado.
El Instituto Nacional de Estadística indica que, en el año 2019, un total de 3.671 personas fallecieron en nuestro país a causa del suicidio. Esto implicó un crecimiento del 3,7% respecto al año anterior. De estos datos, también podemos desprender los siguientes:
– Se suicidan más hombres que mujeres (triplicando la cantidad de unos a otras).
– La franja de edad de mayor incidencia es la de los 30 a los 39 años (seguida por la franja de 50 a 54 y de 45 a 49 años).
– Se da más en pueblos pequeños, que en capitales.
– Los meses del año en los que más suicidios se producen, son: julio, junio, mayo y septiembre (en orden decreciente).
Nos encontramos en un momento de gran impacto a nivel histórico (dentro de la pandemia por COVID-19), y no es extraño suponer que los próximos datos del INE, vayan a superar con creces los de los años anteriores, ya que se ha producido una sacudida general en la salud mental de la población.
Entendiendo que se trata de un problema de tanta importancia a nivel mundial, vamos a tratar de explicar las variables que se relacionan con todo esto.
¿CON QUE VARIABLES SE RELACIONA EL SUICIDIO O LA TENTATIVA SUICIDA?
Evidentemente, cada persona es diferente, y cada caso difiere enormemente de otros. Pero hay algunas variables que se relacionan en mayor o menor medida con el suicidio y pueden ser generalizables. Antes de analizarlas, es importante tener claros dos puntos:
1.- Ninguna de las variables estudiadas puede explicar de forma aislada el acto suicida.
2.- El principal predictor del intento suicida es la ideación suicida.
La primera variable asociada es la idea de desesperanza. Éste es uno de los síntomas que aparecen en la mayor parte de las depresiones graves, y se caracteriza por la idea de que no hay motivo para tener esperanza o confianza en que, en algún momento, la situación cambiará y podrá ver la luz; la persona piensa que no hay solución posible para sus problemas. Esta idea suele estar presente en la mayor parte de tentativas suicidas, precisamente porque la muerte aparece como la única alternativa.
Además de la depresión (o trastorno depresivo mayor, tal y como aparece en los manuales diagnósticos), existen otros trastornos que también se ven asociados a la idea o tentativa suicida, relacionados también con la idea de la desesperanza: el abuso de sustancias o drogas (o las adicciones sin sustancias asociadas, como por ejemplo, la adicción al juego), algunos trastornos de personalidad con un alto grado de sufrimiento asociado (como por ejemplo, el trastorno límite de personalidad), los trastornos de conducta alimentaria que, ya de por sí, conllevan daño contra uno mismo…
Por otro lado, existen algunas variables psicosociales que tambien se relacionan con la tentativa suicida: el bullying o el mobbing (problemas interpersonales y de acoso en el contexto escolar o laboral), el aislamiento o la falta de apoyo social y/o familiar, la violencia intrafamiliar o la violencia de género, el abuso sexual (tanto, el ocurrido en un pasado próximo, como en la infancia), los problemas socioeconómicos, la pérdida de empleo o el paro…
¿CUÁLES SON LAS SEÑALES DE ALERTA?
La primera y más importante es la verbalización acerca de una idea de suicidio o de la muerte: siempre debemos atender y evaluar estos comentarios, ya que pueden ser momentos cruciales para ayudar a salvar la vida de una persona.
También debemos atender a las siguientes:
– Comentarios negativos acerca de la vida o de sí mismo.
– Expresiones negativas acerca de su futuro.
– Despedidas verbales o escritas.
– Reacciones inusuales ante conversaciones acerca de la muerte o el suicidio: llorar, evitar el tema…
– Cambios en la conducta: abuso de alcohol u otras drogas, dejar de acudir al trabajo o a la escuela, aislamiento social…
– Comenzar a desprenderse de objetos muy personales.
– Preparar documentos para cuando uno no esté.
– Cerrar asuntos pendientes.
– Cambios bruscos en el humor o estado de ánimo, irritabilidad.
– Falta de energía, cambios en el apetito y/o el sueño…
MITOS ALREDEDOR DEL SUICIDIO
Para cerrar este artículo, hay ciertas ideas que queremos desmentir, ya que hacen mucho daño a la hora de luchar contra el suicidio, o al prevenirlo.
1. “Preguntar o hablar sobre el suicidio con alguien que esté pensando en hacerlo, puede inducir a que lo realice.” ¡FALSO!
Al contrario, hablar sobre ello reduce el riesgo de cometerlo, precisamente por el desahogo y la sensación de apoyo y comprensión que se genera.
2. “La persona que se quiere suicidar, no lo dice.” ¡FALSO!
“La persona que lo dice, no lo hace.” ¡FALSO!
La inmensa gran mayoría de las personas que se suicidaron, lo expresaron antes claramente.
3. “Toda persona que se suicida está deprimida o tiene una enfermedad mental” ¡FALSO!
Estas personas tienen más probabilidad de llegar a cometerlo o de pensar acerca de ello, pero no es necesario tener un trastorno, para ello.
4. “El suicidio es impulsivo y por ello, no se puede prevenir.” ¡FALSO!
Siempre existen señales directas o indirectas, verbales o no verbales, y es necesario estar atentos para poder ofrecer ayuda a quien lo necesite. Además, la mayor parte de los suicidios, son premeditados y llevan un largo proceso de ideación detrás.
PIDE AYUDA.
Si tú o alguien de tu entorno os encontráis en una situación difícil, pide ayuda.
Busca ayuda profesional o acude a un centro sanitario.
También existen asociaciones, e incluso aplicaciones, que ayudan a superar este problema. Para casos urgentes, el teléfono de la Esperanza ha activado el móvil 717 003 717.