B es madre. Su hija se fue hace unos meses a vivir al extranjero, y aunque en un principio parecía que iba a volver, ya no tiene intenciones de hacerlo. Se ha asentado, es feliz, ha conocido a alguien… y acaba de decirle a su madre que está embarazada. B va a ser abuela.
Cuando todo el mundo se entera, le felicitan y quieren celebrarlo: “¡Qué bien, un bebé en la familia! Estarás muy contenta, ¡seguro que te hace mucha ilusión!”
Pero, lo cierto es que B no sabe cómo sentirse.
Claro que es feliz por el hecho de que su hija lo sea; claro que se alegra de que pronto haya alguien más en la familia; claro que tiene ganas de tener a su nieto entre sus brazos… y ahí está el problema: sabe que su hija está tan lejos, que será difícil poder tenerles con ella todo lo que a ella le gustaría.
B se siente culpable.
Siente que está siendo una egoísta por pensar en lo que ella quiere, en lugar de simplemente sentirse feliz por su hija. Y se alegra, pero no puede parar de llorar. Y por eso, se siente aún peor. Entra en una espiral de ambivalencias de la que es incapaz de salir.
Ella sabe que “debería” alegrarse y punto.
Pero es que nada, ni nadie puede decirnos cómo debemos sentirnos.
Es posible sentir alegría y tristeza a la vez; está bien sentirse triste cuando otros creen que debemos estar alegres. Es necesario que nos permitamos sentir lo que el cuerpo y nuestra mente nos pidan sentir.
La culpa aparece porque hacemos un juicio moral de nosotros mismos, dictaminando que estamos cometiendo un error por el que merecemos un castigo. ¿Cómo vamos a sentirnos mejor así?
Si dejamos fluir a nuestras emociones, sin censurar a las que nos hacen sentir cosas que creemos que no debemos sentir, les permitimos cumplir su función.
Es necesario que aceptemos que nos sentimos como nos sentimos y que empaticemos con nosotros mismos tratando de entender por qué nos sentimos así. Es importante que podamos hablar con alguien acerca de lo que nos pasa, porque hablando con nosotros mismos, sin un ajuste de perspectiva, podemos entrar en bucles emocionales que no nos llevarán por buen camino.
Desde la psicología, se trata de educar a las personas en una buena gestión emocional que
ayude a solventar este tipo de situaciones, extrayendo siempre el lado positivo de las
emociones que pueden resultarnos desagradables, porque éstas también son necesarias para
una buena salud mental y emocional. Por esto, si te sientes identificado/a con el caso de B,
puedes contactar con nosotros: estaremos encantados de ayudarte.